Ni España... ni Brasil... Tahití!

Siempre creí que los estadounidenses eran demasiado románticos llevando a las pantallas de cine las grandes hazañas, que pequeños equipos de béisbol y fútbol americano habían logrado al enfrentarse a los colosos del deporte. Hoy, luego de ver todos y cada uno de los juegos que disputó Tahiti en la Copa Confederaciones 2013 no me queda la menor duda de que no siempre los triunfos son medidos por puntos o goles, sino por la calidad humana, y son historias como la que escribieron los tahitianos las que tienen todo  lo necesario para proyectarse en las salas de cine del mundo entero.

Quizás me consideren exagerada, pero los tahitianos demostraron de qué están hechos. Pese a los 24 goles que han recibido en la Confederaciones nunca dejaron ver su peor cara, al contrario, su objetivo era marcar aunque sea un tanto, propósito que esperanzaba y contagiaba a todos los que vimos sus partidos, de cerca o lejos. La inocencia de este grupo de jugadores amateurs nunca podrá ser comparada por la suspicacia y veteranía de equipos como España o Brasil. Tenían las ganas de hacerlo bien pero no sabían cómo, por lo que cometían muchos errores tácticos -no hay que negarlo- pero a pesar de las inmensas goleadas se van de Brasil con la admiración y el mayor de los respetos.

¿Pena? A mí no me dio pena ajena ver ninguno de los juegos disputados por los sonrientes amigos de Oceanía, más sí me dio vergüenza ver a una Nigería que está muy por debajo de su nivel técnico y una Italia que sólo triunfa por la experiencia concentrada en sus jugadores más no porque hayan propuesto un alto nivel de juego en cancha.

            Los tahitianos tienen mucho que celebrar. Pudieron marcar un gol que aplaudieron como si hubiera sido decisivo para ganar el campeonato y su portero se llevó la satisfacción de decir que el único penal sancionado lo tapó de forma magistral. Ahora les toca volver a casa con la frente en alto y con la gratificante experiencia de haberse ganado los corazones de los aficionados a pesar de haber sido el “peor” equipo de la competición. 

            Antes de hacer una película sobre los que están acostumbrados a ganar, preferiría mil veces realizar una que nos enseñe que el mejor equipo es aquel que sabe perder. 

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