El gran desafío de Río 2016

Para Brasil, el país del fútbol por excelencia, fue un reto pasar la prueba de la Copa del Mundo. Aprobaron con moderada calificación gracias al deporte que, a diferencia de otros mundiales, brilló con jugadores y selecciones que brindaron un lindo espectáculo, pero la realidad es que lo negativo estuvo rondando durante los meses previos y su desarrollo dejando entrever los niveles de desorganización con la impuntualidad de entrega de los estadios que se dilató tanto que en algunos escenarios hubo que hacer arreglos de última hora, el aumento en un 40% más de lo presupuestado y las protestas sociales en algunas sedes.

Terminada la fiebre del mundial con los alemanes levantando la copa y los argentinos derrotados pero felices de haber llegado a la final en territorio carioca, el evento futbolístico dejó una enorme deuda al estado brasileño que ahora tendrá que responder a los ciudadanos si de los 3200 millones de dólares invertidos en las doce sedes quedará algún beneficio tangible para los contribuyentes (sabiendo que al igual que en Sudáfrica 2010, estadios como los de Manaus y Brasilia se convertirán en elefantes blancos pues ninguna de las dos ciudades tiene equipo de fútbol que les den constante uso).

Pero el caso de Brasil es particular, el gigante sudamericano no tiene tiempo de analizar el alto costo que tuvo que pagar por el Mundial sobre todo cuando tiene los JJOO Río 2016 a la vuelta de la esquina. El gran desafío que le viene será no seguir el patrón que ha marcado a las capitales olímpicas en las últimas ediciones con impresionantes escenarios que quedan en desuso al bajar el telón de las olimpíadas.

Diez años después, los atenienses siguen sin justificar el gasto del Estado en los juegos de 2004. Una inversión de 9 mil millones de euros fue el detonante para la crisis que subsiguió al país griego y de la que aun no ha logrado salir.  China invirtió 42 mil millones de dólares y pese a que el Nido de pájaro no ha visto mucha acción desde Beijing 2008, representantes de esa ciudad se preparan para competir por los JJOO de Invierno de 2022 y resucitar los escenarios.

¿Estará el Estado brasilero en condiciones de soportar otro millonario evento? Hasta el momento, según reportes de prensa local, Río 2016 ha gastado unos 16 mil millones de dólares, dos mil millones más de lo que se invirtió en Londres 2012, por ejemplo.

En 2013 la economía brasilera creció 2,3% según especialistas, pero el desbocado gasto que le han generado albergar los dos eventos deportivos más importantes del mundo pueden catapultarlos a la estratosfera o sepultarlos en una montaña de deudas que al final les pesaría demasiado, sobre todo al ciudadano de a pie. Siempre se ha “vendido” la idea de que ambos eventos generan grandes dividendos a los países y ciudades que los albergan, pero lo cierto es que las últimas ediciones han dejado en evidencia que organizarlos puede dejar en peores circunstancias las economías locales.

Pero ahora lo que queda es esperar. Será en 2017 cuando sabremos si el Mundial y las Olimpíadas impulsaron o no la economía brasilera.

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